lunes, 25 de mayo de 2009

Lo que leo ( y las encrucijadas)

Anoche empecé La vida privada de los Seymour. Copio un fragmento de la página 26: Cuando John la abandonó, ante su frustración y ante la imposibilidad de retenerlo a su lado, tuvo la necesidad de actuar, como quien da un golpetazo en la mesa para aliviar la tensión (...). Sabía que estaba huyendo, pero era lo que necesitaba en ese momento. Huir. Siempre había sido impulsiva, pensaba antes con el corazón, siguiendo impulsos, intuiciones, fantasías, ideas románticas nada prácticas. Mi espíritu necesita ésto y allá se iba Audrey, persiguiendo a su espíritu indomable donde quiera que la llevase.

Huir. He encontrado veintiseis sinónimos. Algunos de connotaciones muy negativas, otros ligeramente optimistas. Sólo tres antónimos. Huir/permanecer. Quedarse estancado/ salir huyendo. Connotaciones negativas.

Estuve conversando, ayer y fue una conversación intensa, a ratos tensa -yo me sentí tensa-. Al final, dije una gilipollez como un castillo. Mentí sin mentir. Dije la verdad y falté a ella. Estuve toda la tarde dándole vueltas, ¿cuál es la verdad' ¿En qué punto estoy de la encrucijada?

No hay encrucijada. Si yo perdiera el tiempo estúpidamente teorizando sobre el amor, estaría en una encrucijada. Si me quedara abatida, autocompadeciendome y en la esquinita de la puerta, estaría en una encrucijada. Si frivolizara, si albergara pensamientos de rencor y rabia, estaría en una encrucijada. Si olvidara, si recordara a todas horas, estaría en una encrucijada.

Es lo que hay. Mi espíritu necesita ésto. Mi vida no se queda estancada en encrucijadas.

sábado, 23 de mayo de 2009

Teclas

Esta mañana no encontraba el despertador. Con los ojos pegados de sueño, fui incapaz de saber dónde estaba. Como es sábado, mi único interés era saber la hora y calcular cuánto quedaba para levantarme, una hora que fuera prudencial. No me gusta levantarme tarde y que se me eche el día encima. Tenía sueño, entraba poca luz por la ventana. Me levanté y busqué el teléfono que guardo en un cajón.

Apagado, a veces lo enciendo y borro los sms de telefónica. Esta mañana lo encendí para saber la hora. Pulsé la contraseña, tumbada en la cama, eran las siete y media. Pulsé las teclas que sabía de memoria, las teclas de cada mañana, hasta febrero. Pulsar teclas es fácil. Es un acto mecánico aunque el corazón vaya a mil. Detenerse con plena conciencia, decir, hasta aquí, es lo difícil, te arroja a una estúpida inconsistencia.

A las doce apagué el teléfono y lo volví a guardar en el cajón.

jueves, 21 de mayo de 2009

Juguetes que usamos

Ayer mis compañeras me relataban una tarde de tuppersex. Yo no pude ir a la reunión -ag, me hubiera encantado- así que les pedí información detallada. Creo que, tras lo que me contaron, fue mejor no haber ido. Me habría sentido un poco fuera de lugar.

Ellas compraron cremas, perfumes y alguna lencería bella pero discreta. Yo, esa ninfómana que llevo dentro, piensa en tuppersex y ve ... leche, yo veo vibradores. Veo falos exhuberantes, falos exclusivos para mi. No pienso en perfumes ni cremas, no me compro perfumes ni cremas, ya me gusta como huelo y me gustan las cremas que me unto que nada tienen de tuppersex. Ferormonas mías, no compradas.

Por supuesto, pienso en reuniones de tuppesex y veo esposas, vendas y fustas, aunque creo que esas cosas no se llevan a las reuniones. No se. El caso es que me siento jodidamente rara. Pero no rara de "soy una tía rara y guay", ni tampoco "soy una rara y que pena de mi". Solo rara. Sin aditivos. Aunque se que hay más mujeres como yo que piensan en vibradores y dildos exquisitos. Pero no me rodean, no estan aqui. No son mis amigas ni mis compañeras.

Así que mejor no ir a reuniones de tuppersex porque entre mi timidez y mi ninfomanía, creo que daría el cante. No me veo comprando cremitas y dejándome atrás un maravilloso consolador, muertecita de la verguenza. Cosa que me da rabia. Estaría bien proclamar lo que me gusta, elegantemente, valientemente.

martes, 19 de mayo de 2009

Vivir en el rompeolas

Vivir en el rompeolas, vivir a contracorriente. Se puede hacer de forma sutil. Antes pensaba que vivir a contracorriente implicaba echarse a la calle, patearse la calle, patearse el mundo, ir de un lado a otro y hacer cosas extraordinarias. Pero vivir así no es lo mío. Soy intimista, hipersensible y me hundo en las multitudes.

Vivir en el rompeolas es invocar a la tormenta, desear que la tormenta caiga sobre una sin descanso. Escuchar el viento aullar y aullar con él, pero por dentro. Un aullido silencioso. Vivir a contracorriente sin aspavientos, sin histrionismo. Pocos se dan cuenta de tu aullido, qué importa, es MI aullido.

Cruzar siempre por el paso de peatones, esperar al semáforo en verde. Saber que las normas que estás trasgrediendo son otras, íntimas, insisto. Normas que apelan a la tradición y nunca nadie te ha explicado. Por qué es así, por qué no es así, por qué todos -casi todos- lo hacen así si no encuentro una explicación convincente.

Vivir a contracorriente sin aparentarlo. No es un acto hipócrita. No es una vida falsa. Me miro por dentro y no encuentro falsedad. En Semana Santa, una tarde de autocompasión nefasta, me insulté a mi misma llamándome impostora. Hoy, con la energía a flor de piel y burlándome de mi sombra, se que no soy falsa.

lunes, 18 de mayo de 2009

Happy

El sábado vi Happy-Go-Lucky a conciencia. La protagonista, Poppy, es una mujer feliz y, al principio molesta. Va de buen rollo -aunque no es odiosa como Amélie- e intenta que todos aquellos con quienes se cruzan compartan su bienestar. Insisto, al principio molesta. Normalmente atraen más los personajes desagradables, secos y huraños. Pero Mike Leigh sabía lo que se hacía. Pone a Poppy en confrontación con su profesor de autoescuela, el tipo más inmundo de la historia. Poppy me dejó de molestar.

Hago mis deberes, a continuación. Pienso en lo fácil que es dejarse llevar por el ceño fruncido, pienso en que más fácil aún es ... ¿cómo lo escribo? ¿Por qué suena tan estúpido e infantil escribirlo? Escribir ser buena, ser amable, ser simpática, ser feliz, mostrarse feliz. ¿Por qué, a veces, me da la impresión de que es una especie de esfuerzo, como si mostrarse radiante, agradable, al menos, sea algo hasta ingrato?

El buen rollo no vende y si vende es a costa de personajes bobalicones como Amelie -la detestable-. No se por qué narices cuela más mostrarse sufridor. Cuela y es más fácil y se ve acompañado de cosas tan reconfortantes como la compasión de los demás. Y si nos mostramos felices, no cuela. No cuela nada. Te miran raro, se escaman, o piensan que eres boba. Te miran con suficiencia y de forma agorera. Ay, los agoreros. Son más detestables aún que la propia Amelie.

domingo, 17 de mayo de 2009

Soberbia

E. decía que soy extremadamente soberbia pero antes lo decía yo. En esa afirmación ya va implícita mi soberbia. Él no consiguió limármela, por supuesto, porque hubo poco tiempo y porque la soberbia no es defecto que se lime de un día para otro.

Estaba leyendo textos que rezuman humildad de otras sumisas y dudaba de su sinceridad. Sigo siendo soberbia. Escriben ellas, tiernecitos textos a sus Dueños donde se reconocen ignorantes de todo. Donde reconocen la inefable sabiduría de sus Amos. Donde anhelan su manto protector. Leyéndolas me siento mal y molesta. Leo lugares comunes y no me los creo.

Soy soberbia porque, joder, seré sincera, me averguenzo de ellas y las menosprecio. No logro entender que una mujer apele de tal forma a su Hombre, que sea tan desvalida e indefensa. Me pregunto si será un juego. Afirmo que si, es un juego donde ellas se hacen pasar por débiles, indefensas y necesitadas de protección. Luego mienten. Asquerosamente, mienten.

Ojalá me trague mis palabras. Ojalá me las hagan tragar.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Ahram el Navegante


Esta mañana recordé La vieja sirena, la preciosa novela de Jose Luis Sampedro. La primera vez que la leí fue el verano del 91, enamorada de Pedro. Mientras él meditaba en su monasterio de Francia yo pasaba las tardes añorándole y leyendo la historia de Glauka. Como yo estaba abducida entonces, no caí en la cuenta de que era la historia de una esclava y que aquello me excitaba y me emocionaba.

Creí tenerla pero he buscado entre mis libros y no está. Quizás sea de mi hermana o quizás la haya prestado. Qué lástima. Ahora recuerdo, pero no puedo hojear, que Glauka servía y amaba a su Dueño Ahram el Navegante. Y recuerdo que yo devoraba las páginas y era consciente de que yo era capaz de amar así y vivir así. Deseaba vivir así pero entonces estaba abducida.

Descubría también la libertad que se posee cuando se es consciente de que amar es lo único que importa. Glauka amaba a Ahram y amaba a Krito, el filósofo. Y desplegaba su cuerpo, su sexualidad, con generosidad y sin preguntas. Sin preguntarse. Fue un descubrimiento. Pero me duró poco porque me abducieron.

Quince años después salí. Vuelta a la Tierra. No me he hecho muchas preguntas desde entonces.

martes, 12 de mayo de 2009

La pregunta de ayer

Ayer F. me preguntó si quiero servir a Alguien, de nuevo. Volver a empezar. Como es asunto donde mi corazón y mi sexo marcan la pauta, no me lo pensé mucho. Quiero servir, quiero empezar de nuevo, quiero seguir la ruta que he elegido.

Insisto en no pensar aunque sí que pienso. Lo que me resulta trabajoso es meditar sobre los motivos de mi sumisión, sobre los motivos de mi empeño en vivir así. Vivir el tiempo que sea posible, las jornadas que sean posibles, pensar en ello el tiempo adecuado. La D/s no es mi estilo de vida. Es parte de mi vida y no la quiero desechar ante los obstáculos que se me hayan presentado.

No soy voluble. No soy cerebral. Empecé hace un poco más de dos años por instinto. Como muchas sumisas, me di cuenta de que podía vivir lo que ni yo misma me reconocía. Años de bloqueo mental por confusión de términos: soy feminista, me decía. Para mi es inviable que un hombre me domine, repetía. La palabra sumisión era palabra vetada en mi vocabulario.

Leo, converso, escucho y caen los bloqueos. Vi que la D/s se ajusta a mi forma de entenderme. Soy sumisa por rebeldía. Soy sumisa como manifestación de mi esencia femenina y feminista. Soy sumisa como forma de vivir mi sexualidad de forma no convencional. Soy sumisa como forma de reconocer la valía de otros, de otras, de los que aprendo, en los que me miro, en los que me muestro.

Por eso, deseo servir a Alguien, de nuevo. Porque soy egoísta y quiero ser mejor persona. Porque soy perfeccionista y quiero ser mejor mujer. Porque soy posesiva y quiero vivir, tener más. Porque soy controladora y quiero dominarme. Porque soy terca como una mula y no me rindo nunca.

lunes, 11 de mayo de 2009

Definir afectos

Leo a menudo textos donde se teoriza y se intentan definir los afectos. Es una manía, esa que leo, que me resulta incomprensible. Se pierde el tiempo definiendo, se gastan letras, se gastan neuronas de pensar. Hay mucha neurona malgastada por ahi, en cosas en las que poco tienen que decir.

Soy una orgullosa de remate en mi proclamación bestia de los afectos. Estoy orgullosa de ello. Soy cobardica en muchas cosas pero, ay, amigo, a la hora de querer... me sumerjo en plan osado. Soy una combatiente de los afectos. Palabras que para mi no tienen definición ni nombre. Escribo afecto por no poner cariño o pasión o amor. A veces no graduo. O más bien, no me paro a pensar en ello.

Insisto, me enorgullezco y siento profunda pena por aquellos que se bloquean, se automarginan y declaran su incapacidad de amar (o querer, o ...). Insisto también en el heroísmo que ello implica. Probablemente es el único heroísmo del que soy capaz. Es un heroísmo bruto: te quiero. A ti. A ti. A ti. Te quise. A ti. A ti. A ti. Guardo tu espacio. No te soy exclusiva. Tu espacio es único pero tengo más espacios. Es un heroísmo a hierro y temerario, así que probablemente no sea heroísmo. Es la carga de la brigada ligera, avanzar digna y audazmente hacia lo sublime. Nada más sublime, nada más digno de vivir.

Los afectos tienen una maravillosa cualidad: son capaces de multiplicarse en progresión geométrica.

viernes, 8 de mayo de 2009

Las razones de todo ésto


Tengo una agenda en la que anoto lo que ya he hecho. En teoría las agendas sirven para planificar. Mis agendas -cada año una nueva, como corresponde- sirven de diario de hechos. Hoy viernes escribo lo que hice ayer jueves. No escribo con detalle y hay días en que no escribo nada. Sólo anoto para recordar (un paseo, un vestido nuevo, la llamada de mi amiga, quizás un viaje corto, cosas así, sencillas).

Este podría ser mi diario emocional aunque haya días en que no anote nada. Porque no es mi obligación y sí mi placer. Empleo mi voluntad para disciplinar lo que pienso, es un ejercicio de búsqueda de palabras adecuadas y exactas, de composición gramatical correcta. Es un ejercicio de honestidad porque me fuerzo a no mentir ni vanagloriarme.

Es un ejercicio de vanidad puesto que es un diario público. Escriba lo que escriba se que alguien lee, me lee y eso me acumula vanidad. Es un muestrario de exhibicionismo que no llega a la desnudez. Borro a menudo, elimino frases que me suenan a lugares comunes, frases ñoñas, frases que me desnudan demasiado.

Las razones de todo ésto son mis ganas de claridad. Mi poder sobre lo pasado, la compañía de lo que ocurrió. Tuve razones que ya no existen. Tengo razones que implican deseo, placer. Mi propio pulso que no puedo contener.

jueves, 7 de mayo de 2009

Ser una mula

Aunque muchas cosas son arrebatadas por el tiempo,
otras muchas permanecen;
y aunque no tengamos ahora la fuerza que en los viejos días
fue capaz de conmover la tierra y el cielo,
seguimos siendo quienes somos...

ALFRED, LORD TENNYSON


En la época del grupo radikal con k yo vestía con vaqueros ceñidos y foulares al cuello, pelo salvaje, cejas salvajes y cara sin maquillar. Era una especie de norma no escrita. Iba de jipi, yo. Además, caminaba a grandes zancadas con gesto hosco, bebía a morro de litronas compartidas y no fumaba porros porque me caen asquerosamente mal, pero los pasaba con un estilo que te cagas.

Un día me harte del grupo radikal por cuestiones que no vienen a cuento. Una noche salí con mis amigas del piso y me preparé a conciencia: ojos maquillados, pelo tirante hacia atrás, grandes aros en las orejas. Me encontré a I. del grupo radikal. Me zampó dos besos, me miró. Me dijo que estaba muy cambiada y yo me sentía cambiada. No por la ropa, no por el maquillaje. Ella me era lejana, el grupo me era lejano. Y así me ha pasado con otras personas, otros grupos. Me alejo de ellos, los pierdo, me voy y no miro atrás.

Pero les recuerdo y no hay desprecio ni rencor, ni indiferencia. He perdido conscientemente a muchas personas. Les he perdido porque he pensado que cambiaba y probablemente no era así. Soy una mula. Mi cara es de mula, alargada y de mandíbula cuadrada. Mi caracter es terco, como una mula. Me aislo, me sumerjo en mi coraza de mula y voy a mi bola. Pero observo alrededor. Observo sin ser observada, como una mula que aparentemente no está en el mundo y si en su digestión y qué carajo va a ser así.

Como mula voy dando topetadas. Son signos cariñosos. Soy una mula optimista. Visceral y, a pesar de mi aspecto sereno, pulcro y cuidado, sigo en estado semisalvaje.





miércoles, 6 de mayo de 2009

En mi trabajo

Desde el lunes mi vida ha retomado lo que dejé hace dos años. He vuelto a mi trabajo, he vuelto a parte de mi vida y el lunes parecía que nunca me fui. Me descubrí haciendo cosas que dejé de hacer en junio de 2007. Las mismas cosas, rutinas reconfortantes.

El lunes estaba confundida. Tuve un instante de pánico pero el lunes pasó.

Me descubrí haciendo cosas, algunas las mismas, otras nuevas, pero con más dulzura. En junio de 2007 abandoné el barco tensa y con la boca crispada. El lunes me costaba sentarme, me costaba conversar. Pero no era por mala leche, la mala leche de hace dos años. El lunes aún me sentía fuera de lugar.

Hoy, también ayer, las cosas fueron rodando y retomé suavemente el ritmo. Pasillos, llaves, libros, papeles perdidos. El ritmo suave de volver con los míos, con ellos, tan cafres, tan perdidos, tan desagradables a menudo, tan raros, tan inaguantables, tan gritones. Llenos de vida. Son los míos.

viernes, 1 de mayo de 2009

La casa de mi amiga

Mi amiga AB tenía una casa en el campo. Era una casita preciosa, con huerto. Un poco destartalada, encantadora; en realidad era de su abuelita y ella solía ir los fines de semana. A veces me invitaba a mi, pasaba con ella todo el sábado y soñábamos todo el día. Era un lugar perfecto para soñar. Nuestra adolescencia.

En el salón tenía una chimenea y muchos vinilos, un sofá viejo y cómodo. Comíamos, paseábamos, charlábamos muchísimo y planeábamos una vida futura. Pero sobre todo, escuchábamos música. Los vinilos y el tocadiscos eran de su hermano, diez años mayor. Fueron mi educación musical. Diez años mayor.

AB se empeñaba en ponerme todos los discos de su hermano, todos los que a ella le gustaban. Pink Floyd, los Dire Straits, Cat Stevens, Bob Marley... muy propio y setentero todo. También a Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, qué buenos. Y a Hilario Camacho, blej. Y, horror, me ponía a Kraftwerk.

Pero sobre todo, ponía a Supertramp. Son mi banda sonora de los quince, dieciseis, diecisiete años. Nos inventamos una coreografía con The logical song, una puesta en escena tremenda y plena de simbolismo. Nos creíamos estrellas, nos creíamos bailarinas que salvan conciencias... Nos sentíamos muy bellas.