miércoles, 10 de junio de 2009

Camino a Rota

Con 18 años y tres meses voté por primera vez, aquel memorable referendum de la OTAN. Era el año de mi COU-Nocturno y mi iniciación política. Mi patatera iniciación porque la política era la cobardica excusa para estar cerquita de Pako. Tan politico, comprometido y radikal con k. Aunque siendo honesta, algo sí me creía y si, voté muy convencidita, mi papeleta del NO refulgiendo entre mis dedos.

Ese fue el primer año que hice la Marcha a Rota. Creo que fueron cuatro veces más, no estoy segura y además, las confundo. Llegó a ser un ritual de primavera, cada año, a triscar hasta la Base a berrear contra los americanos. Totalmente memorable.

Un año nos llovió y acabamos empapados; otro año hizo un calor del carajo y todo el mundo se quemó la cara. Un año, el primero, me senté con Pako en el autobús y me fumé el primer porro, buagggg. Todos los años veía a los mismos y cantábamos las mismas entrañables consignas: OTAN no, bases fuera, laralaralalala. Una vez llevaron unos muñecos de Reagan y no se de quien más, al que se abucheaba, muy cuco. También se llevaban caja y bombo, por aquello de estar en Cádiz. Aunque la peña venía de toda Andalucía y por eso iba yo. Cuando Pako se fue a vivir a Granada, la Marcha a Rota era una de las pocas ocasiones de verle. Penoso.

Un año la poli correteó a la peña. Tiraron sus pelotas de goma y hubo mucho descontrol, broncas, llantos y mosqueos. Yo nunca me enteraba de nada porque siempre iba pendiente de Pako. Lo que más me mosqueaba a mi era que una pava le rondara y que él, que era como era, se quedara atontado tras la tipa. Todos íbamos muy jipis, progres y eso: camisetas de tirantes chulas y vaqueros viejos y ellas, las odiosas tipas, collares y pulseritas de cuero. Antes no había tantos piercings, así que la que lo llevaba, triunfaba.

Un año, al final de la Marcha, ya de descanso en el Parque de El Puerto, mientras almorzábamos, Pako compartió conmigo el bocadillo y la fruta. Luego se echó sobre mis piernas a sestear. Sin lagartas alrededor, fue mi momento de gloria y casi, casi, lo que mejor recuerdo de aquellos días. El cabello rubio, fino y suave de Pako, entre mis dedos. Sus ojos cerrados, su perfil perfecto.

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