lunes, 8 de junio de 2009

El tímido experimentador

Tengo la suficiente distancia para poder escribir sobre H. Fue un grato encuentro y creo que ambos nos hicimos bien.

H. es elegante y educado, tímido, pero eso lo descubrí más tarde. Nos conocimos en una página de contactos convencional. Nada BDSM. Sin embargo ambos deseábamos lo mismo. No pensé que fuera tímido por los correos que me enviaba. Era absolutamente explícito. Describía lo que pensaba hacerme. Yo le correspondía con correos similares y lo hicimos bien, porque no agotamos el juego.

Al teléfono descubrí su timidez. Al teléfono parecíamos colegas. Pero no me importó porque no pretendíamos nada trascendente. Mantuvimos un par de conversaciones, para olfatearnos algo más y descubrir nuestros sonidos. Tampoco agotamos ese juego, dos conversaciones al teléfono y una decisión.

H. y yo deseábamos experimentar y así jugamos, la única vez que nos hemos encontrado. Él deseaba experimentar con sus dotes de sádico. Yo quería experimentar qué se siente cuando una se triplica. Cenamos. Conversamos mucho rato. Elegantes, educados, sin tocarnos. Luego, él me preguntó cuál era mi decisión.

Experimentamos, en una habitación de hotel, y yo me instalé fuera a observar. No me pude triplicar. Así que experimenté desde fuera jugando con la piel, la suya y la mía. Jugamos a dolor. Jugamos a placer y él no fue tímido. Él fue feliz, esa noche. Yo le vi feliz y, al despedirmos, de nuevo tiernamente tímido.

Quizás no haya suficiente distancia. ¿Sentí dolor? Ahora recuerdo que la mañana siguiente, en la cocina, tuve un instante de derrumbe. Solo un momento. Se bien los motivos, la vida que se va de las manos. La vida que quiero aferrar y se escapa.

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