martes, 9 de junio de 2009

Ser kajira

E. me llamaba kajira. Asumí que yo era materia prima y que Él dedicaría tiempo -el que Él deseara- para modelarme a su gusto. En otro tiempo y espacio, E. habría sido un auténtico y magnífico Señor de Gor. Hizo que yo fuera capaz de salir a la calle victoriosa, con la coleta tirante, sabiéndome deseada y deseosa. Hacía que al usarme, yo le enseñara los dientes con ferocidad a la vez que me obligaba a bajar la cerviz. Sabía que yo podía ser una loba hambrienta y una hembra dócil, la más dócil sólo con Él. Que me llamara kajira, su kajira, era hermoso, era grandioso, era tocar el cielo. Fue muy triste que dejara de hacerlo.

En el lenguaje goreano, ahora yo sería una mujer libre. (Yo no soy goreana, válgame Dios, soy una puñetera ácrata que no cree en grupos ni clanes). Después de haber sido iniciada como kajira, ser mujer libre es estar sumergida en el baño de la mediocridad. Cosa fea donde las haya.

Así que es cierto: mi aspiración es volver a ser kajira. Como buena Capricornio soy la más ambiciosa de las criaturas. ¿Cómo conformarme con menos? Pero sin ñoñerías, por favor, y sin agoreros. Es lo que hay. Estoy libre, sin Dueño y correteo por esas benditas y agrestes llanuras de Gor, ojo, nada desvalida, ni triste ni angustiada. Más bien, como ya indiqué, como la loba con ganas de hincar el diente en carne poderosa.

No hay comentarios: