lunes, 12 de abril de 2010

Autocomplacencia pública

No caer en la autocomplacencia es puñeteramente complicado. Cuando se escribe y se pretende que te lean, la vanidad es la ley. Quien diga que escribe un blog de caracter público y perjure que no lo hace por vanidad, es gilipollamente hipócrita. Yo escribo por varios motivos, la vanidad es uno de ellos. La gente que escribe sin pizca de vanidad lo hace en privado, monta un blog de acceso prohibido o de acceso limitado para tres coleguitas y ya está. Pero los que tenemos uno o varios espacios públicos queremos ser leídos. Y si de paso nos dicen que qué bien escribe una y qué bonito todo, ya es la hostia.

Yo me leo y me releo. Por supuesto que caigo en la autocomplacencia. Me leo y releo y me digo, hija de la gran china, qué bien escribes. Soy una gilipollas vanidosa, pero lo prefiero a ser hipócrita. Siempre quise escribir y publicar. Mi sueño adolescente era ser una novelista de prestigio -ser famosa-. Ser una exquisita poeta, mmmmm, qué delicia. Como soy tan vanidosa, no pondré los motivos de mi fracasado sueño -fracasado, es un adjetivo que detesto usar, pero quedaba muy lastimero-.

Lo que sí se me da bien -ya que no se frenar mi vanidad- es domeñar la autocomplacencia en el ámbito público. Lógicamente soy una impúdica y me gusta airear mis intimidades hasta cierto punto. Si no lo fuera, este espacio sería estrictamente privado. Pero he prohibido los comentarios al blog. Es una chulería mía -pero a E. le gusta-. Si nadie comenta, porque yo no lo consiento, no caigo en la rueda de la adulación y el refuerzo de mi autocomplacencia.

Ojo, sólo hablo de mi y de mi chulería. Es que me conozco. Si permitiera comentarios, sentiría que escribo para que me coman la oreja. Yo soy así de gilipollas. Ya en el blog de cine, me pasa. Y está tela de feo. Porque un blog lo escribe cualquiera, das una patada y te salen ochocientos blogs de intimidades, de crítica cinéfila y del sursum corda, así que no es para tanto. Lo de escribir un blog, digo.

Esta misma entrada es un acto de soberana autocomplacencia. Es tremendo. Fíjense en la idea: escribo una entrada para autocriticar mi falsa modestia y quedo como una reina. Pero lo dicho: prefiero pecar de soberbia a pecar de falsa.

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