lunes, 28 de junio de 2010

Resulta que soy escritora y yo sin saberlo

Mi madre es la monda. Ayer, dando un paseo con ella, va y me presenta a una pareja amiga suya. Por lo visto llevaba mucho tiempo sin verles porque les saludó con mucha alegría -saludar a mi madre resulta muy agradecido-. La pareja ronda la cincuentena larga y es peculiar. Ella es una belleza madura y él es bastante feote. Los dos son profesionales liberales, cultos y probablemente buena gente, porque mis padres ya me han hablado de ellos otras veces y bien.

A mi, que soy antisocial, me repatea mucho que mis padres me presenten a sus amistades. Sobre todo, me repatea dar los dos besos. Cuando alguien me presenta a terceras personas que sé nunca más volveré a ver y sé que es una presentación de compromiso, yo me pongo rígida. El presentado siempre da el paso de los dos besos, yo nunca. Se producen situaciones pelín tensas que a mi no dejan de resultarme etnológicas.

Así que la pareja que me presentaron ayer me cayó bien del tirón porque ella no se abalanzó sobre mi para darme los dos besos y él se limitó a estrecharme la mano, cosa que prefiero de aquí a Lima. Además fue un buen estrechón de mano, como hacen los machotes.

La parida de mi madre fue cómo me presentó. Va ella y les zampa: ésta es mi hija M., la escritora. Flipé directamente y luego le lancé a mi madre una mirada muy asesina. ¿Cómo que escritora? Quise hundirme en un sustrato inferior, lo juro. ¿Cómo que escritora? La belleza madura me sonrió muy efusivamente: Yo también escribo!!!! Joder, joder, yo no soy escritora. ¿Qué imagen tiene mi madre de mi? salí del entuerto de forma bastante patética, la verdad: no, si yo ya no escribo, si no tengo tiempo...

Luego, hoy, pensando en ello, hasta me ha enternecido -aunque ésta se la guardo a mi madre-. Ella aún tiene la imagen de su hija mayor que ganaba premios en concursillos literarios del tres al cuarto. Y quiso fardar de mi, ante la pareja intelectual. Mi madre aún farda de mi, a mis cuarenta y dos años. Es la leche mi madre.

domingo, 27 de junio de 2010

Lecturas pendientes, atrasadas, dejadas de la mano de Dios...

Ahí a la derecha pone que estoy leyendo Cuatro hermanas y es una mentira bellaca. Aún no la he empezado. Lo que pasa es que la empezaré pronto y poner y cambiar la foto -que tengo en la página Entrelectores y recomiendo encarecidamente- me da una pereza brutal. Pero como este es mi blog y hago con él lo que me da la gana -lo cual es una terapia también brutal- me marco el rollo de la foto de Cuatro hermanas y tan ricamente.

En realidad llevo dos libros a la vez. Estoy volviendo a leer de cabo a rabo La tía Julia y el escribidor. Creo que es mi tercera vez pero con Vargas Llosa siempre me pasa. Nunca me cansa y siempre me divierten sus peruanismos. Y además, el personaje de la tía Julia siempre me ha enamorado.

Tambien he empezado la última novela de Lorenzo Silva, La estrategia del agua: me encantan los dos picoletos Chamorro y Bevilacqua. No sabía que había novela nueva y cuando la vi en el Hipercor la agarré bien agarrada y aquí estoy la mar de contenta.

Tengo pendientes, además de Cuatro hermanas, dos novelones de tipo bestseller, que es lo que me apetece ahora en verano. Aún no los he comprado pero van a caer esta semana. Me da igual si no son muy sesudos, no me apetece leer nada sesudo, tengo ganas de tirarme a descansar y leer sin parar, pillar una historia que me enganche decentemente y no soltarla hasta el final.

Y, además, aquí en el escritorio, tengo La reina sin espejo, tambien de Lorenzo Silva, que ojeo cuando el PC tarda en arrancar. No aguanto los tiempos muertos.

La lecturas dejadas de la mano de Dios son dos, creo -o creo que perdí la cuenta-. Una es un novelón histórico que se llama El sanador de caballos y está escrita de manera tan torpe que aburre -aunque la historia es interesante, pero ¡se puede escribir mejor, por Dios bendito!-. La otra es la de Balzac, que no pude acabar porque empezó la época dura de trabajo y empecé a estar agotada por la noche. Pero cuando pase el verano intentaré retomarla.

(Y esta escena, nunca me cansaré de ver esta peli y esta escena... y siempre lloro)

miércoles, 23 de junio de 2010

Un deseo para la Noche de San Juan

Tengo miles de deseos para la Noche de San Juan, como todo el mundo. Deseos muy poco materiales, como debe ser.

No voy a ir a la playa esta noche, pero es lo mismo. Para pedir un deseo en la Noche de San Juan no me hacen falta hogueras.

Lo único que importa es ser cauta y saber bien qué es lo que deseo, lo que más deseo. Por si se cumple.

(Me repito con la canción, pero es igual, me encanta, me encanta...)

lunes, 21 de junio de 2010

Me pinté las uñas


Me pinté las uñas de color cobre para que hicieran juego con el vestido.

La dependienta de tarde de la sección cosméticos de El Corte Inglés no sabía cuál es el color cobre. Me mandaba a tonos plateados y yo, que no, que este no es cobre. Al final, lo encontré yo sola.

Mi hermana me puso un moño lateral y una flor marrón. El moño me aguantó toda la noche y la flor también.

Sentí muchísima nostalgia en ocasiones. Comí poco. No bebí tanto como pensaba y de copa, sólo tomé un gin-tónic que dejé casi a la mitad. No pensé que iba a sentir tanta nostalgia.

Pensé que esta vez me relacionaría sin problemas, porque estaba toda la familia y no. Fluía a ratos, pero no como yo pensaba.

Mi madre me pilló fumando en una esquina y echó una sonrisita.

Sentí que mis hermanas son más cómplices entre ellas. Un poquito de envidia.

Estuve toda la tarde y gran parte de la noche con un pellizco de angustia en el estómago y aún me pregunto por qué. Soy experta en angustiarme por nada.

Todavía tengo las uñas pintadas, me gusta mirármelas, quedo muy femenina.

lunes, 14 de junio de 2010

Promiscuidad experimental

Ayer leí la entrevista a Beatriz Preciado en EPS y después me puse a investigar un poco más sobre ella. Se puede estar o no de acuerdo con su forma de entender la sexualidad, eso no me interesa. Lo que si me gusta es la perspectiva revolucionaria que tiene abierta.

Ya puse en alguna otra entrada que yo entré en el BDSM por trasgresión. Pero no aclaré que mi vía de entrada fue la promiscuidad. Me hice promiscua de forma consciente y experimental. Decidí ser promiscua. Practicar el sexo con diferentes hombres y ver qué ocurría, si había cambios en mi forma de entenderme, si me llevaba alguna forma diferente de conocimiento personal.

Un poco ida de bola... pero no. La promiscuidad está sobrevalorada, igual que el sexo. Le damos una trascendencia que no tiene por qué tener y le damos un poder que no debería ser tal. Somos, en el acto sexual, solo cuerpos, si YO DECIDO que sólo seamos cuerpos. Ser promiscua implica decidir ser sólo un cuerpo abierto al placer.

El tiempo que fui promiscua no me hizo daño ni me procuró culpabilidad. No me sentí más guapa o más estupenda que antes tampoco, mi autoestima se mantuvo igual de alta que siempre -aunque es agradable que te deseen carnalmente y es, por supuesto un plus inigualable-. Sí me sentí más segura sexualmente, en cuanto a las relaciones con otros hombres y de ahí, por tanto, me decidí a dar el paso hacia el BDSM.

Sobre todo, la promiscuidad implicó la constatación de que puedo decidir libremente el uso de mi cuerpo sin que ello me provoque consecuencias: yo elegí a quién, cuándo y cómo. Y el día que decidí que ya había tenido bastante, dejé de ser promiscua sin sufrir nostalgia. Quizás la revolución se encuentra en la individualidad y la independencia. Las mujeres deberíamos asumir ambas palabras -soy individual, soy independiente- y aplicarlo a cada ámbito vivencial. (Así quizás, dejaríamos de lloriquear. O mejor aún, sólo lloriquearíamos porque nos sale de la bola, sin contextos ni pretextos).

domingo, 13 de junio de 2010

Bar de los Mundiales

Los Mundiales del 90 me pillaron en Cádiz y, como no teníamos tele, nos íbamos a verlos al bar. (No teníamos tele y sobrevivimos, aún me pregunto cómo, yo ahora no sobreviviría. Supongo que es porque éramos jóvenes y vividores). Yo nunca he disfrutado unos Mundiales como aquellos del 90, en el bar. He tenido que buscar en mi guía del Mundial de ahora dónde se celebraron los del 90 y dice que en Italia. Ni idea. A mi me daba igual el lugar y el partido. Lo que me importaba era "el ambiente".

El bar estaba a dos puertas de nuestro piso y era un bar tremendamente cutre, propio de un barrio lleno de bares cutres y lamparitas rojas -ahora lo han remodelado y se ha convertido en un barrio de gente moderna-. Era un bar enorme y bastante desangelado. Los camareros tenían cara de funeral -pero no eran mala gente- y no era muy limpio que digamos. Era un bar de batalla y de viejos borrachines, no se si sigue abierto. Como el barrio se ha vuelto moderno...

Nos comprábamos un papelón de pescado en el freidor de al lado, que tampoco se si sigue abierto. Curiosamente los dos gallegos que lo atendían tambien tenían cara pocha, qué gallegos entrañables, nosotros le teníamos puestos motes, pero ya los olvidé. En el bar nos pedíamos botellines. A mi me encantan las croquetas del freidor, es delito, pero algo tendrán de adictivo, no se. Me encantan, hace siglos que no pruebo una. Y el adobo, claro. El adobo, cuando sale bien, es una gozada.

Siempre venía con nosotros F., aquel canalla encantador. En esos Mundiales inició una campaña de seducción hacia mi amiga C. que no cuajó mucho. Yo estaba más pendiente por ver los progresos del cortejo que por los partidos. En realidad llevaban todo el invierno tonteando y las tardes y noches en aquel bar fueron una especie de prueba de fuego. Lamentablemente F. no la superó y a mi me dio pena. Me gustaban como pareja de verano.

Fueron unos Mundiales agridulces. Había exámenes finales y llegaba el fin del curso. Yo detestaba el final del curso. Nunca quería irme de Cádiz. Cuando acababa el partido y nos íbamos a casa siempre me vencía la penita negra: un partido más, un día menos en Cádiz. Yo nunca me relajaba con veinte años.

jueves, 10 de junio de 2010

Mi amiga recomienda...

En otra entrada que no me apetece buscar porque debe estar lejísimos, creo, escribía yo sobre cómo mi amiga AB ha sido mi educadora musical, desde hace un porrón de años. Sus gustos musicales no son exactamente igual a los míos, hay cosas en la que diferimos radicalmente. Radikalmente más bien.

Yo pensaba que a estas alturas ya poco iba a influir en mi. Son cosas de mi pedantería. Pero la jodía, a lo tonto a lo tonto, sigue haciendome recomendaciones. Este invierno, en su coche, me dijo lo típico, con su vocecita chinchosa: escucha este CD, que una compañera me lo ha recomendado. Me puso a Tony Zenet. A mi no me gusta mucho escuchar música en el coche. Prefiero la charla o ir a mi bola pensando. Pero como era su coche, pues yo calladita.

Como siempre hago, al principio pensé, qué feo, el Zenet éste -porque tiene una voz extraña y canta tangos y boleros, y yo, para el tango y el bolero soy muy ortodoxa-. Pero, como ya digo, a lo tonto a lo tonto, joder, ahora estoy enganchadisima a ese pedazo de cantante (prueba es que ya he colgado dos vídeos y los que me quedan).

Y a lo tonto, a lo tonto, me pasa mi amiga hace unos días un tema de esta peña, La Selva Sur. Yo pensé, blejjj, en plan los Delinqüentes. En plan Bebe -una vez estuve en un concierto de los dos juntos y por poco vomito-. Pero pinché el vídeo, porque mi pedantería me estaba poniendo cara de estreñida y... ahora no dejo de tararear el tema y tengo unas ganas de bailarla, la canción...

domingo, 6 de junio de 2010

Al sol de poniente


Yo conozco tres formas de ir a la playa.

1. Caleti. Así iba yo de pequeña, cuando venían mis abuelos y los titos. Plantábamos dos sombrillas y unas toallas haciendo parapeto y creábamos un rincón la mar de cuco. Me resultaba un misterio la sandía enterrada en la arena de la orilla, siempre me daban un buche de tinto con casera y siempre, siempre, era demasiado pronto la hora de irse. La mejor hora del baño era la tarde muy avanzada. El agua, a esa hora, está calentita. Caldito de puchero. La forma caleti tiene el inconveniente de que te pones como una foca si se convierte en tu forma perenne de ir a la playa. Lo bueno es que es como si estuvieras en el salón de tu casa, con el dominó, los pasteles y buena compaña.

2. Me turro. Asi iba yo con veinte años. Casi cada día, porque mi amiga ES es muy insistente y el día que no íbamos a la playa ya la tenía de morros toda la tarde. No se cómo se las arreglaba mi amiga AB que casi nunca venía. Es muy curioso lo de AB. Ella siempre dice que le encaaaanta la playa... pero luego llega el verano y entre una cosa y otra nunca va. Y encima, si va, nunca se baña!!!!! Pero a lo que iba, con ES ir a la playa era un ritual: poníamos la toalla muy extendida en un claro con poca gente, nos bañábamos en un sitio donde no se hiciera pie -que ella es muy atrevida-, nos tirábamos en la toalla boca arriba, luego boca abajo, nos contábamos confidencias -o sea, hablábamos de tíos- , cigarrito, otro baño más corto y al final, un café con hielo en el bar del paseo. Lo bueno de esto es que en cinco días ya estaba yo morena -con lo que me cuesta a mi ponerme morena-. Lo malo es que llegó el momento en que habíamos hablado ya de todos los tíos y a mi me empezó a dar miedo meterme tan hondo en el agua.

3. Colesterol. La practica la gente mayor y consiste en patearse la playa entera hasta el final y allí, al final de la playa, darse el bañito para volver fresco. Yo la llevo practicando varios años ya. Pero no es porque tenga colesterol, válgame Dios. Lo bueno que tiene es, aparte de que se te ponen las piernas duras, es que vas echándole el ojo a todo el que pasa y es un rato entretenido. Lo malo, que no me pongo morena. Bueno, en septiembre ya casi empiezo a pillar color, pero solo en septiembre.

viernes, 4 de junio de 2010

Arde la calle

Voy a escribir una entrada quejica, porque en estos momentos soy una piltrafilla humana. Yo soy bastante bruta y nunca me he medicado, pero, como ya he escrito antes, llevo una temporada con el Zaldiar como aliado. De vez en cuando recurro a medidas desesperadas, cuando empiezo a dar vueltas en la cama: me tomo un Myolastán... qué bajo estoy cayendo.

El caso es que me duelen mucho las dos piernas. Ya no es sólo una, son las dos, noto como calambres, es un dolor soportable pero bastante desagradable. Y no iba a escribir sobre ello, por mi manía de no dar la barrila con quejas, pero nunca me había pasado algo así. Es un auténtico coñazo.

La culpa es del calor. Eso lo tengo muy claro. La calle está ardiendo cuando vuelvo del trabajo. Este calor bestia que se ha metido de pronto tiene la culpa de que mis piernas sean material delicado. Me siento las piernas frágiles, cristalinas, qué penita me doy.

Caminar me viene muy bien, es lo que mejor me sienta. Cuanto más camino, menos me duele. Creo que me voy a pasar la vida caminando. Voy a dar la vuelta al mundo caminando.