jueves, 14 de agosto de 2014

"La vida es lo que tú tocas"

Las arrugas en las sábanas. El agua que cae de la ducha -ahora tibia-. Café. Ropa doblada. Tomates, pepino, cebolla, ajo, aceite, pimiento y sal. Besos. Arena. Piel llena de arena y una pelota. Chanclas llenas de arena y otra ducha. Vino blanco y quizás un cigarrillo. Página 170, 171, pocas más del libro. Jazmín. Estas teclas y la página 183, luego 184. Arrugas en las sábanas. 

miércoles, 13 de agosto de 2014

Cinco de la madrugada

Anoche vi a trozos una peli tontísima antes de irme a la cama, Bajo el sol de la Toscana, que está infestada de tópicos sobre la dicha de la vida en Italia (siempre sale Positano, claro, que es tan pintoresco) y tópicos sobre el reinventarse. Luego estuve leyendo algunos críticas en Filmaffinity. Unas puntuaban bajísimo y eran de gente que había descubierto todas las trampas peliculeras de la cinta. Otras, la mayoría, eran de cinéfilos que adoran ese concepto de "reinventarse" y empezar de nuevo tras una crisis. Pero en los campos de la Toscana, con amigos alucinantes y pseudohomenajes a Fellini. Una patraña como la copa de un pino.

(Me redimo de haber visto algo tan nefasto porque también le di un repaso a El extraño viaje, quizás hable de ella en otra entrada)

Me despierto estas noches hacia las cinco de la mañana, empapada en sudor y a veces en pánico. El pánico absurdo de la madrugada cuando pienso y me angustio; es un estado delirante y muy impertinente, el sudor, el agobio, el malestar. Esta noche me dormí al rato y soñé con mi trabajo pero fue divertido. Era un lugar nuevo, lleno de pasillos, patios y escaleras, un laberinto. Con mucha gente desconocida, una cafetería con un camarero de bigote y una especie de auditorio donde me hice ilusiones.

Me despierto tarde y con la angustia muy atrás. Es cuestión de horas.


domingo, 10 de agosto de 2014

Hombres que se masturban

En Don Jon el protagonista es un yanqui-cani que liga compulsivamente, folla compulsivamente y, como eso no le satisface, se masturba compulsivamente mientras mira porno. Cuando se echa novia (Scarlett Johansson), deja de cascársela y mirar porno pero no aguanta mucho tiempo y vuelve a las andadas, hasta que ella le descubre y monta el numerito. El tema de las novias/esposas/amantes que descubren que su chico se masturba además de follarlas y se escandalizan yo me lo he encontrado alguna vez. Y sin embargo los hombres que hacen eso -descubiertos o no- son creo que bastante numerosos.

Me gusta esa capacidad masculina de masturbarse sin gilipolleces. Tengan o no tengan compañera sexual, ellos se la menean tan campantes y sin comerse la cabeza. Me gustan los hombres que, teniendo una vida sexual satisfactoria con sus parejas, necesitan sus buenas macocas y lo hacen con desenvoltura en la ducha o mirando porno.

Me gusta muchísimo esa capacidad de los hombres de charlar sobre pajas. Recuerdo una fiesta con un grupo de gente que no suelo frecuentar y entre las que predominaban las mujeres pacatas. Con la fase de la euforia, se comenzó a hablar de pajas y de formas de pajearse. El cachondo de R. (de los pocos tíos cachondos del grupo) conminó a las mujeres a que reconocieran que ellas también se masturban, incluso teniendo pareja. Hubo muchas del sector pacato que dieron esos grititos de escándalo, de "no puedo creer lo que oigo" y a la vez de "sigue, sigue, que me emociono" (esa noche todas follaron). Ni siquiera con mis amigas, que no son nada pacatas, he hablado de nuestras masturbaciones así largo y tendido -y eso que hemos tratado un buen repertorio de temas sexuales.

Me gusta y me produce una curiosidad infinita esa costumbre añeja de las pajas colectivas en la adolescencia. Me han hablado de ellas y me admira esa capacidad de juego y exploración adolescente, en torno a una revista guarra y a ver quien se corre antes o a ver a quién le llega más lejos. Las mujeres somos más muermo en ese tema.

Y me gusta más aún saber que se pajean gracias a mi. Es un honor y no entiendo a esas melindrosas que se horrorizan de los ciberpajilleros. Ya he escrito del tema y de mi etapa ciberfolladora, cuando era tan divertido jugar a charlar y al autotoqueteo, a veces sin webcam, sólo a pelársela con frases calientes. Me gustaba todo ese camino hacia la excitación y el empalme y , a través de la webcam, ver las diferentes formas en que un tío es capaz de darle al manubrio. Que parece simple pero si una es observadora, no lo es.

jueves, 7 de agosto de 2014

Mi top ten de clásicos en B/N

En una revista muy gafapasta leí un artículo en el que el incauto del autor proclamaba que Stanley Kubrick era el mejor director de cine de todos los tiempos. Yo no se si les he contado cuán sobrevalorado me parece Mr Kubrick, pero leer una afirmación así me cabreó muchísimo. Yo puedo citar un puñado de mejores directores de cine que Mr Kubrick, pero por presumir un poco, me centraré en mis películas favoritas del cine clásico, limitándolas al B/N por razones prácticas.


10. Milagro en Milán (Vittorio de Sica, 1951). Es la dulzura y la poesía en imágenes, un cine bellísimo y lleno de buenas intenciones pero sin ñoñerías. Utiliza el buen corazón y la ingenuidad como motor del argumento y lo acompaña de imágenes surrealistas y llenas de humor absurdo que son una delicia.


9. El buscavidas (Robert Rossen, 1961). Apabullante por su sequedad. El esplendor de los fracasados con un Paul Newman inmenso, sobrio, elegante. Si no encuentran en una película así la grandeza del clasicismo, no la encontrarán nunca.


8. Uno, dos, tres (Billy Wilder, 1961). Es mi comedia favorita de Billy Wilder que era un genio por los cuatro costados. La prefiero por su locura, esos diálogos rapidísimos, James Cagney espídico,  la absoluta incorrección de su humor (la secretaria rubia entregada a los rusos es una línea argumental que no pasaría la censura hoy día).


7. Bola de fuego (Howard Hawks, 1941). Mi preferida de Hawks, aunque me cuesta elegir. Por Barbara Stanwyck, que es una fiera y se merienda al noblote Gary Cooper. Adoro a las heroínas de Howard Hawks que siempre son audaces e independientes. El ritmo, el humor inteligente del screwball en el que los protagonistas y secundarios no hacen el tonto, sino que brillan.


6. El manantial (King Vidor, 1949). Por la pareja Gary Cooper-Patricia Neal, con su amor tórrido e intenso, que supera todos los obstáculos, el amor de los buenos dramas. Por la historia, ese canto a la libertad individual. Por su magistral uso de la imagen, plena de fuerza y pasión.


5. El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962). Veamos, están John Wayne, Lee Marvin y James Stewart. Con eso podría bastar pero hay más. Una historia que no tiene épica y sin embargo resulta legendaria; diálogos implacables pero llenos de esa poesía ruda de John Ford, un western con todos los atributos del western pero facturados de manera nueva y original... lo tiene todo.


4. Ser o no ser (Ernst Lubitsch, 1942). Mira que me resulta difícil elegir una de Lubitsch, pero me quedo con ésta porque en ella el "toque", esa manera brillante de crear situaciones y diálogos, alcanza cotas geniales. Yo la he visto un buen puñado de veces y siempre le encuentro algo nuevo, una frase, un guiño, el "toque".


3. ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946). También es muy difícil quedarse con sólo una de Capra pero ¡Qué bello es vivir! siempre me hace llorar y cuando acabo de verla me siento mejor persona. Se que suena muy tontaina pero es que va de un tipo que descubre todo lo bueno que ha hecho en su aparentemente insignificante vida, es un canto a la familia, a los pueblos pequeños, a la ética profesional, a la honestidad... me gusta ser tontaina.


2. Perdición (Billy Wilder, 1944). No me puedo contener y elijo otra de Billy Wilder pero en este caso, una de las cumbres del cine negro. La película de la mujer fatal por antonomasia,  con Fred McMurray haciendo de pelele sublime y cínico. Tiene unas escenas de erotismo malsano que a mi me dejan sin palabras.


1. Breve encuentro (David Lean, 1945). Es mi película de amor favorita, tan trágica, triste y desesperada. Amo a los dos amantes desgraciados, que son gente normal y corriente pero a la vez, elegantes y serenos. Es la más triste historia de amor que he visto en cine y la más honesta.

martes, 5 de agosto de 2014

Goodbye stranger it´s been nice

Ayer pasé el día como alma en pena por una contractura en el cuello. Culpa de las corrientes de aire en el cuarto por la noche. Iba del sofá a la cama y no hubo playa, aunque leí mucho. Intentaba no lamentarme demasiado pero dolía y me fastidiaba no poder estar activa. (P. dice que me sobra autoconmiseración pero yo creo que un poquito no viene mal, si no me saldría un blog de tía repelente.)

El caso es que me acosté relativamente temprano y me puse a cantar karaoke. En plan cutre, echada en la cama y bajito, pero relaja una barbaridad. Empecé por California dreamin´ haciendo la voz de los papas, no de las mamas. Pasé por Madonna y Like a prayer que queda muy épica y acabé con los viejos y queridos Supertramp.

¿He escrito aquí sobre los viejos y queridos Supertramp y mi amiga AB? Supongo que si. Con dieciséis años y la mente llena de ideas para cambiar el mundo, las canciones de Supertramp eran nuestra banda sonora, las de AB y mía. Nos sentábamos en el cuarto de su hermano, sobre la moqueta, y poníamos los discos; nuestro favorito forever and ever era Breakfast in América pero también quemamos el de Crisis. Hicimos una coreografía con The meaning que nos quedaba chulísima y era en plan Salvemos el Mundo y la Naturaleza.. A nosotras la conciencia ecológica nos traía de cabeza.

Así que anoche encontré varios temas de Supertramp en karaoke y los canté bajito. No son muy de fiesta, School se hace eterno (AB me insistía, cuando poníamos School, en los gritos de los niños y ese grito final antes de que Roger Hodson se ponga con I can see you in the morning when you go to schooool. Tremendo.)

Me dormí la mar de feliz -sudada pero feliz-, recordando los viejos tiempos, llena de melancolía diáfana y esta mañana desperté con Goodbye strangers en la cabeza, de esas veces que no se te despega una canción. La cabeza bulle. Son mis vacaciones.


lunes, 4 de agosto de 2014

Azotes

Adoro ser azotada. No se cómo etiquetarme. Si tengo algo de spankee lo sería de una manera muy poco ortodoxa. También ignoro si es muy de sumisa-como-Dios.manda este gusto mío por los azotes sin entrega ni hostias. Probablemente me vaya mejor la etiqueta de masoquista, aunque no disfruto de cualquier dolor, no en cualquier momento.

Lo cierto es que las etiquetas me importan un carajo.

Adoro el dolor seco, intenso y rápido de unos azotes en el culo. Nunca me han puesto agujas y no es algo que yo desee. Imagino que el de las agujas es un dolor lento y exasperante, joder, me va la acción. Adoro gemir y retorcerme de dolor y de gusto mientras soy azotada.

Adoro perder el control. No me resulta fácil, soy la abominable mujer calculadora, un saco de perversión bien dominado y dirigido. Una buena azotaina obra milagros en mi carácter. Adoro las azotainas terapéuticas.

Adoro examinar las marcas en mi culo y el picor que permanece en la piel. Frotarme las nalgas y suspirar satisfecha.

Adoro la incertidumbre, el aviso de la próxima nalgada, adoro la voz que advierte y el deseo, la excitación, el placer que procede de ella.

No me excitan  los rituales, ni hacer de niña mala, no me excita actuar, me gusta ser azotada con seriedad y con risas, es una mezcla extraña que emana de la naturalidad. Tal y como me gustan a mi los azotes, una prolongación natural del sexo, el juego, la piel.

Sobre todo, adoro saber que  mi culo es objeto de deseo. Mi culo redondo y generoso que no es para nada perfecto porque los años pesan, pero aún así sigue siendo deseado, manipulado, sodomizado, toqueteado, acariciado. azotado.




domingo, 3 de agosto de 2014

Flâneuse

Aún no entiendo bien lo que significa pero resulta que de pasear se un rato, a la manera que se supone describe Baudelaire y esa gente de mal vivir. Digamos que soy una flâneuse a ratos y sin premeditación. Imagino que es tan válido como el que lo practica de manera premeditada. Lo que si es seguro que me hace feliz.

A pasear me acostumbraron mis padres que desde pequeña nos obligaban a ir de un lado para otro caminando. El coche, lo justo. Íbamos a casa de los abuelos, que estaba en la quinta puñeta, caminando y llegó el día en que, cuando visitábamos a la abuela cada sábado, aquel paseo era un rato para soñar. Y miren que era un paseo cutre, porque mi abuela vivía en un barrio apartado y para llegar a él teníamos que cruzar sobre las vías del tren. No hay paisaje más desolado, zarrapastroso y a la vez que incite a fantasear que los alrededores de las vías del tren. (Han pasado muchos años y ese descampado sigue igual, la estación a lo lejos, una casa abandonada e inmutable, los mismos caballos pastando).

Ya he escrito aquí cómo mi camino al trabajo es un largo paseo de treinta minutos en el que me da tiempo a todo: reviso la tarea que me espera, se me ocurren ideas brillantes, me deprimo, fantaseo, recuerdo, curioseo los balcones y miro a la gente que pasa. Cuando se ofrecen a llevarme siempre digo que me gusta hacer esa caminata de ida y vuelta porque me mantiene en forma, pero no explico la verdadera razón. La gente suele pensar que soy una especie de heroína andante, en estos tiempos en que para ir al trabajo es preciso el coche. Contarles la verdadera razón no haría sino aumentar mi fama de rara.

Y la playa. Yo necesito la playa para caminar y sólo al final del trayecto, en una esquina que suele estar solitaria, me tumbo frente al mar para seguir fantaseando. Los niños juegan alrededor y se bañan y yo juego un rato a las palas con ellos, pero pienso en el trayecto de vuelta, cuando se pone el sol y la playa está más bonita aún. Pasé unos días en una playa nueva por la que daba gusto caminar, nunca había disfrutado de mareas tan bajas y un viento de poniente tan frío, en pleno verano. Di un largo paseo con los niños que ya nunca protestan por caminar y mi madre que se paraba a coger coquinas. (Yo le regañaba porque quizás estaba prohibido pero mi madre no se puede estar un segundo quieta. Y pasa de mi olímpicamente.) Fue una mañana extraña, de primeros de agosto, con nubes y frío y aún así me quemé la piel. Me gusta mirar a la gente, bañadores y pareos, los peques con pañal (hay que ser idiota para tener a un peque en la playa con pañal), barrigas cerveceras, tabletas de chocolate, pieles morenas y blancuzcas, gafas de sol, me gusta mirar y fantasear y a veces criticar un poco, en eso salí a mi abuela.