miércoles, 15 de febrero de 2017

Eventos absurdos: reuniones de ex-compañeras de colegio

Me llamó mi amiga A. contándome que se está organizando un encuentro de ex-compañeras del colegio. Como todas estamos cumpliendo 50 años, supongo que será por eso, celebrar una catársis colectiva. Yo me lo veía venir porque son eventos que están de moda y mi amiga ya sabe que yo los aborrezco. Pero no se si por ingenua o por tentarme, me llamó para convencerme de que me uniera al grupo de whatssap. "Las chicas del (nombre de nuestro cole)" se llama. Un horror, un horror, un horror.

Mi amiga me insistió más de la cuenta, terminé medio cabreada con ella aunque no se lo dije. Ella siempre ha sido más sociable y guarda mejores recuerdos del cole. Hasta conserva amigas, cosas que yo no. Yo sólo la conservo a ella. Me dijo que vale, que seguía traumatizada con la época del colegio y eso fue lo que me cabreó. ¿Es un síntoma de seguir traumatizada el guardar rencor a algunas ex-compañeras? Sea lo que sea, tenga yo o no tenga trauma, no es esa la razón de mi negativa a no participar del evento.

El caso es que me parece un invento absurdo, contactar con gente de hace cuarenta años que ni me va ni me viene. Quizás reunirme a tomar una cerveza con tres o cuatro, vale. Recuerdo con agrado a sólo tres o cuatro. Pero al resto que le den. A unas por inanes. Niñas con las que apenas hablaba, de las que apenas recuerdo la cara, que ni jugaban ni se sentaban conmigo, que no dejaron recuerdo. No tengo energía para ellas.

Y las otras, a esas que guardo rencor (quizás sigo traumatizada) por ser gente mala. Niñas que insultaban, se burlaban en clase de gimnasia, te miraban con risitas, cosas así que hoy los padres no aguantan y hace cuarenta años soportábamos a duras penas. Ni mucho menos tengo energías para verlas. Me hicieron daño y no sólo a mi, también hacían daño a A. y a otras niñas tímidas y/o feuchas. Quizás si aceptara participar del encuentro de ex-compañeras y me las encontrara les diría unas cuantas verdades que a estas alturas, la verdad, para qué, qué necesidad.

No me apetece participar de un grupo de whassap para reírme de las que ahora están gordas y envejecidas y fueron en octavo las reinas de la belleza (quizás tampoco guarde tanto rencor). Tampoco me apetece cotillear en sus vidas, ni escudriñar sus fotos ni comprobar que sus trabajos son muchos más aburridos y tristes que el mío. No deseo saber si se divorciaron, enterarme de lo mal que llevan la adolescencia de sus hijos, enterarme de sus vidas mediocres o aburridas y complacerme de ello.

Mi amiga A. no entendió mis razones y me enfadé un poco.  Pero bueno, son cosas que se perdonan a las amigas.

lunes, 6 de febrero de 2017

Yo fui una Barb (adolescente)

Barb con la gente que molaba en los ochenta

Este verano todo el mundo adoraba a Barb. Yo, que siempre llego tarde a las series de moda, acabo de descubrirla, a Barb (y a Stranger Things) y me quedo flipada al descubrir que Barb levanta pasiones. No pasiones de amor sino apasionadas defensas. Lo bien que me habrían venido a mi a los dieciséis.

Descubrí a Barb y me moría por escribir que fui clavada a ella. Tengo una foto (solo guardo una) que lo corrobora. Tuve ese mismo corte de pelo, pero sin rizos. Yo tenía un jersey casi idéntico al que lleva arriba, el mío color rosa fuerte, que quería ponerme casi a diario. No tenía tanto culo ni muslos tan gruesos pero era igual de grandullona, de esas que en clase de gimnasia (no Educación Física en los ochenta, por favor) nos ponían atrás en la fila. ¿Conté aquí que me seleccionaron para balonmano, a pesar de lo pava que siempre fui, por ser grandona y hacer tanto bulto?

Y las gafas. ¿Por qué, por dios bendito, nadie me dijo nunca lo feas que eran aquellas gafotas? Gafas cuadradas. Gafas que a nadie sentarían bien nunca jamás y que yo me compré en pleno uso de facultades, la primera vez que fui a la óptica y después de comprobar que las gafitas redondas de tipo John Lennon me quedaban aún peor. Las gafas que lleva Barb en la serie son idénticas a las que yo llevé en BUP. Mismas gafas, mismo corte de pelo atroz.

Lo buena gente que es Barb: eso es lo que hace adorarla porque al parecer éramos miles así, en los ochenta, las responsables, estudiosas, sosas y pelín aguafiestas pero que si había que dar el callo, se daba, aunque nos saliera de culo. Reverencio esa escena en que Barb intenta hacerse la chula con la lata de cerveza. Todas las Barbs de este mundo hemos intentado hacernos la chula y hemos fracasado en el intento. Íbamos a las fiestas con una angustia vital de la muerte, esperanzadas de encontrar el AMOR,  sabiendo que habría gente borracha y yo para nada, sabiendo que las chicas guapas (y delgadas) se darían el lote; Barbs calientes sin que se notara; Barbs cachondamente reprimidas de tan juiciosas.  Yo no conozco a ninguna que fuera Barb aparte de mi, pero al parecer fuimos legión.

Lo que tiene la gente que no molaba en los ochenta: ahora todos nos aman.





miércoles, 1 de febrero de 2017

Desde la barra del bar

Teníamos la esquina de la barra del bar de la Facultad, era sólo nuestra, ay de los intrusos que se entrometieran por ella. No se quién fue el primero. El primero se hizo con la esquina antes de que yo llegara. Tampoco recuerdo cómo me hice hueco pero sí se quién me lo hizo. Me hicieron hueco y yo se lo hice a dos o tres más. Antes de acabar el trimestre éramos una pandilla alegre y borrachina que reinaba no sólo en la barra sino en el bar entero. Hasta la época de los exámenes. Entonces el grupo se reducía a dos. Uno ya se murió.

Algunos años más tarde, colonizamos otra barra, cuando yo salía del trabajo. Eran los años de mi turno de tarde y salía a las diez. Los viernes, algún jueves, cenábamos en aquel bar, en el mismo lado de la barra y nos alucinaba no ser los únicos con el mismo ritual: siempre coincidíamos con el matrimonio raro con las dos hijitas raras y también con los tres amigos moteros. La mujer del matrimonio raro tenía la piel muy blanca, igual que las niñas. Los moteros siempre iban vestidos de moteros, la misma ropa, o parecida, daba gusto verlos.  Nos inventábamos sus vidas. Cenábamos montaditos y ensaladilla, luego no recuerdo si nos íbamos a follar. 

Salimos de bares estas vacaciones y me parecía mentira. Acodados nuevamente en otra barra de bar, con tanta gente alrededor y tanto tiempo para que nos atendieran, para que nos pusieran bebidas por delante, algo de papeo, yo derrochando paciencia. Sólo yo derrochando paciencia (de algo me sirve colorear mandalas y esas mierdas). Tanta gente alrededor pero capaces de crear nuestro propio núcleo irreductible. Tuve tantas ganas de besarle.